Explorando el Alto Orinoco con Heiko Bleher

Image de Gustavo Sánchez Romero (en español)                 

El cansancio inyecta dosis de plomo en nuestros parpados. Y es que hemos hecho un vuelo trasatlántico, desde Europa hasta Bogotá, de más de 10 horas. Luego nos hemos sentado en un jet durante más de 60 minutos, sin contar largas esperas y más facturación. Pero ya se ve la selva de Puerto Inírida, capital del departamento de Guainía. Lo que nos espera ahora son varios días de periplo fluvial, empezando con una jornada de unas seis horas. Esto es lo que debe afrontar todo aquel que quiera conocer una de las regiones más hermosas del planeta…

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Puerto Inírida es una especie de puerta trasera al territorio federal amazonas Venezolano, donde el poderoso río Atabapo hace de frontera natural, durante más de 500 km., entre ambas naciones hermanas. Dicho puerto, que cuenta con una población de unos 11,000 habitantes, se ubica en la confluencia del Guaviare y el Inírida. Estos son ríos de aguas blancas que al juntarse con el negro Atabapo refuerzan al ya caudaloso Orinoco. Éste viene bajando desde el Amazonas venezolano buscando las cálidas costas del delta, que lleva su nombre, donde vierte sus aguas al atlántico. 

Ríos de peces

Heiko Bleher es el máximo responsable de Aquapress Bleher, una editorial especializada en publicaciones sobre fauna acuática e ictiología. Para este alemán, que ha estudiado los peces de los ríos del planeta durante más de 50 años, la cosa está clara: Los ecosistemas de agua dulce albergan una mucha mayor cantidad de especies que los marinos, incluyendo el domino oceánico de aguas abiertas.  La razón es sencilla: Los sistemas fluviales dulceacuícolas ofrecen una variedad de biotopos inmensa comparada con los hallados en el medio marino, donde solo los amenazados y laberinticos arrecifes coralinos ofrecen la mayor cantidad de posibilidades para la formación de nuevas especies.   Por el contrario en agua dulce encontramos desde aguas lóticas y profundas en grandes cauces a planicies inundables de selva pluviosa, donde el bosque tropical queda anegado por las subidas de los ríos varios metros bajo el agua, pasando por rápidos, cataratas y saltos de aguas muy vivas, playas y ensenadas de arena, lagunas, reservorios de desborde y gigantescos lagos (algunos, en el Amazonas, forman conjuntos lacustres de más de 3,000 km2), marismas y zonas pantanosas de aguas lénticas, pequeños arroyos selváticos, donde el agua solo fluye por ellos durante la estación de lluvias (todo un reto para las especies presentes allí) ríos de aguas blancas (turbias, muy sedimentados) de aguas negras (muy ácidos, donde apenas hay mosquitos) o claras (completamente transparentes) cada cual presentando parámetros en la química de su agua bien distinta, tramos fluviales rocosos, lodosos, con vegetación sumergida, o no, saturados de madera tiñéndolos con sus taninos, someras pozas selváticas tamizadas de hojas que caen de los omnipresentes arboles, “profundos agujeros fluviales” de varios centenares de metros…

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La lista es interminable, así como las especies de peces presentes allí. Para ilustrar esta idea lo mejor es poner un ejemplo bastante gráfico: Un solo afluente de la inmensa cuenca hidrográfica amazónica (donde cabrían los Estados Unidos de América al completo en su interior), el río Negro, alberga más especies de peces que todas las presentes en los ríos de Europa: 700 en el Negro vs. las aproximadamente 350 europeas (unas 600 en Norteamérica).  

Los ecosistemas más aptos para encontrar nuevas especies suelen ser los menos sospechados: Pequeños cauces selváticos de periodicidad variable. También los cursos de aguas secundarias, lejos del brazo principal, probablemente deparen agradables sorpresas al investigador que esté dispuesto a adentrarse entre sus lianas y densas ramas. Aquí es posible encontrar nuevos carácidos, el gran grupo que engloba desde pirañas a neones, los simpáticos habitantes bicolores de nuestros acuarios, popularmente conocidos como tetras. En zonas rápidas de fondos rocosos habitan las cuchas, peces gato perteneciente a la familia de los Loricáridos, que cuenta con más de 800 especies descritas y con más de 500 nuevas formas/subespecies/variantes cromáticas, aún por documentar científicamente. Éstos peces blindados, provistos de ventosa bucal, son los popularmente conocidos “plecos” que suelen limpiar de algas los cristales de los tanques de millones de acuariófilos en todo el mundo. En ríos de aguas blancas los Loricáridos suelen estar casi siempre asociados a bancos ribereños de blando lodo, donde cavan oquedades de hasta 40 cm. de profundidad. Cuando el nivel de las aguas desciende podemos ver fácilmente las redondeadas entradas de dichas construcciones fluviales. Allí dentro suele darse la reproducción y la cría de los alevines. El padre, quién normalmente cuida la prole, suele posicionarse a la entrada, bloqueando con sus reforzadas placas el extraño “nido” subacuático. De esta manera protege a su crías, que tienen la oportunidad de crecer unos centímetros antes de adentrarse en la enmarañada, y peligrosa, red de afluentes y canales principales, donde acechan todo tipo de depredadores. Uno de ellos, el pez cuchillo (Rhamphichthys spp.) está especializado en “aspirar” peces gato. De noche patrulla incesantemente casi siempre cabeza abajo, su alargado hocico atento a cualquier movimiento. Si algún pez alarmado por los sinuosos movimientos se mueve, será engullido en cuestión de segundos. Su especial anatomía, alargada y comprimida, de más de un metro de longitud, lo convierten en una autentica “aspiradora” viviente de Loricáridos. Un pariente del letal cuchillo depredador, el denominado pez cuchillo de cristal (Gymnorhamphichthys) que solo llega a medir unos 15 cm., es un experto del camuflaje.

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Se entierra de manera vertiginosa en la fina arena, donde se dedica a filtrar, mediante su también apuntado morro, microorganismos del lecho arenoso. El canal principal suele ser un medio mucho más intervenido donde la presión humana se deja notar. Allí los pescadores tienden rutinariamente sus artes de pesca, de ahí que sea más difícil hallar algo nuevo. No obstante las especies presentes allí son también espectaculares. Todo tipo de depredadores a cada cual más voraz, desde siluros de amplísimas bocas, diseñadas para tragar todo a su paso, como el pez gato nariz de pala (Pseudoplatystoma spp. o el gigantesco valentón, Brachyplatystoma filamentosum)  a carroñeros infatigables de apetito insaciable como la guabina (Hoplias malabaricus) pasando por esprínteres y grandes velocistas, maestros de la persecución y la emboscada, como los mataguaro (Crenicichla sp.) el todo poderoso pavón (Cichla sp.) que es el cíclido mas grande del mundo, la payara (Hydrolycus scomberoides) con sus increíbles dientes a lo Dracula, el dorado (Salminus hilari) un cuasi salmón tropical, o el cara’e’perro (Acestrorthynchus sp.), una suerte de barracuda dulceacuícola de prominente dentición.

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Para la captura de los ejemplares empleamos, durante nuestras investigaciones, redes de mano y salabres, redes de agalla lastradas provistas de bollas, atarrayas y chinchorros. Todos los especímenes colectados eran fotografiados in situ, vivos, usando un pequeño acuario portátil. Tan solo unos pocos ejemplares serían preservados en formaldehido para su posterior estudio. Las descripciones científicas de dichas especies, o de cualquier otra nueva, serán publicadas en la revista científica aqua, International Journal of Ichthyology, editada y supervisada por la editorial Aquapress Bleher. El agua de los hábitats explorados fue también cuidadosamente analizada, midiéndose  el pH, la conductividad, la dureza, el oxígeno disuelto, la temperatura (en ºC) y el grado de turbidez.

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Las etnias del lugar

Puerto Inírida fue creado en 1963, en el territorio conocido como Obando. Es el único municipio del departamento Guainía, desde 1974, y punto de partida para recorrer, por río, todos sus rincones. El nombre de ésta capital deriva del de una exótica flor rojiza, rematada de blanco, que crece en la selva asociada a zonas de aguas lentas. La flor va cambiando de color con el paso de los días. La etnia autóctona predominante en Inírida es la Puinave, contando con un censo poblacional de unas 6,000 personas.

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Su área de distribución natural comprende las cuencas del rio Inírida y el Guaviare, así como zonas fronterizas entre Colombia, Venezuela (municipio Atabapo) y Brasil. Los Puinaves están asentados en varias localidades, como Almidón (La Ceiba) Bachaco (Buena Vista) Caranacoa (Yuri –Morocoto) Coayare (El Coco) el Paujil y Chorro (cascada) Bocón. La vida en la selva y los ríos de Colombia es dura. Los Puinave son agricultores, pescadores y cazadores. La selva es preparada Septiembre y Octubre. La siembra se da al comienzo de la época de lluvias, de Abril a Mayo. La pesca se lleva a cabo con arpones y flechas durante el período de aguas bajas, y con redes y chinchorros trasversales en invierno, cuando el nivel del rio ha ascendido unos 8-9 m. sobre lo seco. Además los Puinave son diestros artesanos. Con las hojas de la palmera chiqui-chiqui (Leopoldinia piassaba) realizan todo tipo de cestas, platos, bandejas y demás enseres. Según  nuestras notas, un grupo comunitario de 10-12 adultos puede llegar a recolectar, en dos semanas, unos 100 kg. de la preciadas fibras de chiqui-chiqui.

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Tras el procesamiento, el atado y el embalado, los 100 kg. se pagarán, aproximadamente, a un millón de pesos colombianos (unos 400 €). En las localidades de Yavanita, Pintado, Agua Fría, Caño Garza y Santa María hallamos indios Kurripakus. Por lo general estas aldeas albergan unas doce familias, estando bien organizadas bajo el mandato de un “capitán”, autoridad propia autónoma. Realizan fiestas anuales y algunas comunidades tenían espaciosas construcciones de techo de palma (churuata, caney) transformadas en cómodas iglesias selváticas. Nos sorprendimos al ver murales, perfectamente diseñados y pintados, con motivos religiosos cristianos.

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Al parecer el artífice de los mismos se había trasladado desde puerto Ayacucho, capital del Territorio Federal Amazonas Venezolano, para llevar a cabo tales obras. Un viaje por río probablemente de más de una semana de duración, ¡en un solo sentido!

Gustavo Sánchez Romero, biólogo

Colaborador Aqua Press Bleher

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